miércoles, 13 de febrero de 2008

Cuentos tradicionales japoneses - Kaidan: La historia de O-Tei / El Cerezo de la Nodriza - 怪談 ・ 「お貞のはなし」 -「 乳母ざくら」

お貞のはなし
La historia de O-Tei


Hace mucho tiempo, en la ciudad de Niigata, provincia de Echizen, vivía un hombre llamado Nagao Chôsei. Era hijo de un médico y como tal había sido educado para ejercer la profesión de su padre. A temprana edad se había comprometido con una muchacha llamada O-Tei, hija de un amigo de su padre; ambas familias habían acordado que la boda se realizaría tan pronto como Nagao culminara sus estudios. Pero la salud de O-Tei era muy frágil, y a los quince años enfermó gravemente.

Al sentir que su muerte era inevitable, O-Tei llamó a Nagao para despedirse. En cuanto él se arrodilló ante el lecho, la muchacha le dijo:

- Querido Nagao, estamos mutuamente comprometidos desde nuestra infancia, y debíamos habernos casado a finales de este año. Pero voy a morir, y los dioses saben que en mi estado es lo mejor para ambos. Si viviera algunos años más sólo te podría causar problemas y disgustos. Con este cuerpo tan débil, no podría ser una buena esposa, y sería, por tanto, muy egoísta por mi parte desear vivir para no abandonarte. Estoy resignada a la muerte, y quiero que me prometas que no vas a lamentarla. Además, he de decirte que volveremos a encontrarnos.

- Claro que sí - respondió Nagao con fervor -. Y en esa Tierra Pura no volveremos a separarnos nunca más.

- No, no - replicó ella con suavidad -, no me refiero a la Tierra Pura. Creo que estamos destinados a encontrarnos una vez más en este mundo, aunque mañana han de sepultarme.

Nagao la observó con perplejidad y advirtió que ella sonreía. O-Tei prosiguó, con voz lánguida y evanescente:

- Sí, quiero decir en este mundo y en esta vida, Nagao. Siempre, por supuesto, que tú lo desees. Para que esto ocurra, nuevamente he de nacer y alcanzar la mayoría de edad, de modo que tendrías que esperar. Quince, dieciséis años, es mucho tiempo. Pero, prometido mío, tú sólo tienes diecinueve.

Nagao quiso aliviar su agonía y le respondió:

- Esperarte, prometida mía, es menos un deber que un motivo de júbilo. Estamos mutuamente ligados por el término de siete existencias.

- ¿Pero dudas acaso? - inquirió ella, observándole el rostro.

- Querida mía - respondió él -, dudo si podré conocerte con otro cuerpo y con otro nombre, a menos que puedas darme alguna señal o contraseña.

- Eso no está en mis manos - dijo O-Tei, sólo los dioses y los Budas saben cómo y cuándo nos encontraremos. Pero estoy muy, muy segura de que si tú tienes voluntad de recibirme, podré volver junto a ti. Recuerda estas palabras...

... y tras decir esto, O-Tei dejó de hablar y cerró los ojos. Estaba muerta.



Nagao había amado a O-Tei con sinceridad, y a pesar de que ella le había pedido que no lamentara su muerte, su pena fue muy profunda. Hizo confeccionar una tablilla mortuoria, inscribió en ella el zokumyô (1) de O-Tei, hizo colocar la tablilla en el butsudan (2) y cada día le dedicó sus ofrendas. Pensó mucho en las extrañas palabras que O-Tei había pronunciado antes de morir, y, con la esperanza de agradar a su espíritu, escribió la solemne promesa de desposarla si alguna vez regresaba a él con otro cuerpo. Lacró con su sello esta promesa escrita y la colocó en el butsudan, junto a la tablilla mortuoria de O-Tei.

No obstante, como Nagao era hijo único, fue necesario que contrajera matrimonio, y no tuvo más remedio que ceder ante la voluntad de su familia y aceptar una esposa escogida por su padre. Una vez casado, Nagao no dejó nunca de depositar las ofrendas ante la tablilla de O-Tei, y jamás dejó de recordarla con afecto. Pero gradualmente, la imagen de ella se oscureció en su memoria como un sueño difícil de evocar.

Y pasaron los años. El transcurrir del tiempo le deparó a Nagao múltiples infortunios. La muerte le arrebató a sus padres, luego a su esposa y a su único hijo. De modo que se halló solo en el mundo. Abandonó su desolado hogar y emprendió una larga travesía con el fin de olvidar sus penas.

Un día, en el curso de sus viajes, llegó a una aldea de montaña llamada Ikao, aún famosa por sus fuentes termales y por el hermoso paisaje que la rodea. Se alojó en una posada, donde le atendió una muchacha, y Nagao, al ver su rostro, sintió que su corazón latía como no lo había hecho jamás. Tanto se parecía aquella joven a O-Tei, que Nagao tuvo que pellizcarse para convencerse de que no estaba soñando. Mientras ella iba y venía -preparando el fuego, sirviendo la comida, arreglando el cuarto del huésped-, Nagao evocó, en cada uno de sus gestos y actitudes, la graciosa imagen de la muchacha a la que tanto había amado en su juventud. Le habló; ella le respondió con una voz suave y diáfana, cuya dulzura le abrumó con la tristeza de tiempos pasados.

Al final, muy intrigado, Nagao la interrogó de este modo:

- Hermana (3), os parecéis tanto a una persona que conocí hace mucho tiempo, que recibí una gran sorpresa cuando entrásteis a esta habitación. Disculpadme, pues, si oso preguntaros dónde nacísteis y cuál es vuestro nombre.

Y de inmediato, con la inolvidable voz de la muerta, ella respondió:

- Mi nombre es O-Tei, y tú eres Nagao Chôsei, mi prometido. Hace diecisiete años fallecí en Niigata, y luego tú hiciste una promesa por escrito, diciendo que me desposarías si yo regresaba a este mundo con otro cuerpo de mujer, y lacraste esa promesa con tu sello y la colocaste en el butsudan, junto a la tablilla en la que está inscrito mi nombre. Y por eso he vuelto.

Dijo estas últimas palabras, y se desmayó.

Nagao la desposó y compartieron un feliz matrimonio. Pero ella jamás pudo recordar cuál había sido su respuesta en la posada de Ikao; nada recordaba, asimismo, de su previa existencia. La memoria de su vida anterior (enigmáticamente encendida en el momento del encuentro) había vuelto a apagarse, y así permaneció a partir de entonces.





乳母ざくら
El cerezo de la nodriza


Hace trescientos años, en la aldea de Asamimura, distrito de Onsengôri, provincia de Iyô, vivía un buen hombre llamado Tokubei. Este Tokubei era la persona más rica del distrito y el jefe de la aldea. La suerte le sonreía en muchos aspectos, pero alcanzó los cuarenta años de edad sin conocer la felicidad de ser padre. Afligidos por la esterilidad de su matrimonio, él y su esposa elevaron muchas plegarias a la diosa Fudô-myô-ô, que tenía en Asamimura un famoso templo, llamado Saihôji.

Fudô no desatendió sus plegarias, y al cabo de un tiempo, la mujer de Tokubei dio a luz a una preciosa niña a la que llamaron O-Tsuyu. No obstante, como la leche de la madre era deficiente, tuvieron que contratar a una nodriza, llamada O-Sodé, para que alimentara a la pequeña.

Pasaron los años, y O-Tsuyu se convirtió en una hermosa muchacha. Por desgracia, a los quince años cayó gravemente enferma y los médicos juzgaron inevitable su muerte. La nodriza O-Sodé, que amaba a O-Tsuyu con auténtico amor materno, fue entonces al templo Saihôji y fervorosamente rogó a la diosa Fudô por la salud de la niña. Todos los días, durante dos semanas, acudió al templo y oró a la diosa; al cabo de ese lapso, O-Tsuyu se recuperó súbita y totalmente.

Hubo, pues, gran regocijo en casa de Tokubei, el cuál decidió dar una gran fiesta para celebrar el feliz acontecimiento. Pero en la noche de la fiesta,O-Sodé cayó súbitamente enferma, y a la mañana siguiente, el médico que había acudido a atenderla anunció que la nodriza agonizaba.

Abrumada por la pena, la familia se congregó alrededor del lecho de la moribunda para despedirla. Pero ella les dijo:

- Es hora de que os diga algo que ignoráis. Mis plegarias han sido escuchadas. Solicité a Fudô-sama que me permitiera morir en lugar de O-Tsuyu, y la diosa me ha otorgado este favor. Por tanto, no debéis apenaros por mi muerte. Pero quisiera pediros algo: le prometí a Fudô-sama que si me concedía mi petición, haría plantar un cerezo en el jardín de Saihôji, en señal de gratitud y conmemoración. Yo no podré plantarlo con mis propias manos, así que os ruego que lo hagáis vosotros en mi lugar. Adiós, amigos míos, y recordad que me alegró poder morir en lugar de O-Tsuyu.

Después de los funerales de O-Sodé, los padres de O-Tsuyu plantaron un joven cerezo, el mejor que pudieron encontrar, en el jardín de Saihôhi. El árbol creció sano, y el día decimosexto del mes segundo del año siguiente, el aniversario de la muerte de O-Sodé, se cubrió maravillosamente de flores. Continuó dándolas durante doscientos cincuenta y cuatro años, siempre en el día decimosexto del mes segundo; y esas flores, blancas y rosadas, eran semejantes al pezón del pecho femenino y parecían rezumar leche. Y por eso la gente llamó a ese arbol Uba-zakura, el Cerezo de la Nodriza.






Pues sí, habéis visto bien, ¡hoy os ofrezco dos cuentos japoneses por el precio de uno! Y en esta ocasión, se trata de dos relatos muy diferentes de los habituales cuentos de tanukis, ogros, grullas, niños-melocotón y demás fauna. Mañana , 14 de febrero, es el día de San Valentín, como bien sabéis (aunque para mí no pasa de ser sino un día más del calendario, pero en fin... muchas felicidades a quienes sí lo celebréis ^_^), y con tal motivo creo que viene que ni pintada esta conmovedora historia de amor más allá de la tumba protagonizada por los prometidos O-Tei y Nagao, magistralmente narrada
en su libro Kwaidan (4) por el escritor greco-irlandés nacionalizado japonés, Lafcadio Hearn,del que ya os hablé en mi post anterior sobre la historia de la Mujer de las Nieves. Yo no he añadido ni quitado nada al relato original de Hearn, sino que he copiado el texto prácticamente tal cual, con tan sólo algunos leves retoques de estilo.

(vale, lo confieso, me he adelantado un poco... pensaba haber publicado este post mañana, día de autos, pero ya que lo tenía preparado no he podido resistir la tentación de actualizar ya mismo ^^U).

Y como propina, no he podido resistirme a incluir también la leyenda del Cerezo de la Nodriza, también recopilada por Hearn en dicho libro (de hecho viene inmediatamente después de la Historia de O-Tei); una leyenda que yo hasta ayer no conocía de nada, y os aseguro que me ha estremecido como pocas, me ha causado verdaderos escalofríos (y no es una exageración).

Por cierto, una variante de esta misma leyenda también está incluida en el libro Kaidan, con el título Juuroku-zakura, "el Cerezo del Día Decimosexto". En esta versión de la historia, es un anciano samurai de la provincia de Iyô quien que ofrece su propia vida mediante el ritual del Seppuku (5), para que el querido cerezo bajo el que jugaba en su niñez y que ya estaba marchitándose pudiera recuperar su esplendor. El espíritu del samurai entró en el cerezo, y desde entonces el árbol siguió floreciendo en el día decimosexto del mes primero cada año.

Según Lafcadio Hearn, este ritual de "transferir la propia vida" a cambio de la de otra persona, como sucede en la historia de la nodriza, o la de un árbol, como en la del samurai, o la de cualquier otra criatura, por intercesión de los dioses, se denomina en japonés 身代わりにたつ migawari ni tatsu, actuar como sustituto.

Si encontráis Kaidan por ahí, no dudéis en haceros con él, por cierto. Es un librito muy, pero que muy recomendable; si queréis ir un poco más allá de los cuentos japoneses que más o menos conoce todo el mundo, os llevaréis una gratísima sorpresa.



Notas:

(1) 俗名 Zokumyô (nombre profano): vocablo budista que alude al nombre personal que se lleva durante la vida, en contraposición al 戒名 kaimyô (nombre sagrado, nombre póstumo) o homyô (nombre legal) que se otorga después de la muerte. Son apelativos religiosos póstumos que se inscriben sobre la tumba y la tablilla mortuoria.

(2) 仏壇 Butsudan: altar budista doméstico.

(3) Hermana: en japonés, incluso hoy en día, la palabra "(お) 姉さん (o)neesan" sirve para referirse no sólo a la hermana mayor de alguien, sino también como un apelativo para referirse a chicas jóvenes en general, aunque no tengan ningún parentesco con el que habla.

(4) 怪談 Kwaidan, pronunciado "kaidan" (es una romanización antigua y ya en desuso; yo prefiero escribirlo así, sin la "w", por comodidad). Es el nombre generalizado de los cuentos fantásticos y de terror japoneses.

(5) 切腹 Seppuku (literalmente, "cortarse el vientre") es la palabra que se utiliza comúnmente en Japón para denominar lo que nosotros conocemos como "腹切り harakiri" (como véis, son los mismos caracteres chinos, pero en posición opuesta). Es un método ritual de suicidio practicado generalmente entre los samurais, consistente en abrirse el vientre con una espada corta, practicando una incisión en forma de L. Habitualmente, un pariente o amigo del suicida le remata a continuación decapitándolo con una espada, para evitarle sufrimientos, ya que dicha incisión es extremadamente dolorosa y produce una larga agonía antes de la muerte.



Fuente: Kaidan, de Lafcadio Hearn
(Ediciones Siruela, 1995; colección "El ojo sin párpado")


8 Comments:

Deka Black dijo...

Me gusta la primera historia, lade O-Tei. Es qued eimaginar la cara del hombre solo uno cree escuchar la musica de xpediente X.

Me llama la atencion, eso si, que en ambos relatos las dos mujeres resten importancia a su muerte una por no ser egosita y otra porque se ha cambiado.

Karori dijo...

¡Qué bien que hayas vuelto a las andanzas "cuentiles", Katsu-senpai! =D

Los de este post no los había leído ni mucho menos remotamente, pero me han agradado mucho; realmente son historias muy bonitas que, lo quieras o no, te acaban llegando.

A ver si pronto sigues posteando más cuentos (da igual que vayas cambiando de género), porque son muy interesastes y llenos de pronfudidad.

河曲勝人 - Kawano Katsuhito dijo...

Usagi: Sí, ciertamente es algo muy llamativo. No soy ni mucho menos ningún experto en el tema, así que sólo es una conjetura, pero a la vista de estos relatos yo me imagino que esto de restar importancia a la propia muerte, bien por la certeza de una futura reencarnación, o bien porque mediante el ofrecimiento de la propia vida se contribuye a salvar la de otro ser, debe ser algo bastante enraizado en el budismo japonés. Si alguien que lea esto pudiera darnos más información...

Karori: Por supuesto, no lo dudes, seguirá habiendo más cuentos japoneses en el blog durante mucho tiempo todavía. Para una buena idea que se me ocurre por una vez y que además ha tenido tan buena aceptación... ¡habrá que aprovecharla al máximo! XDD

Me alegro mucho de que las historias estas os estén gustando tanto, de verdad.

Zanthia Khalá dijo...

:D que historias tan impresionantes ^^ adoramos los cuentos con los quen os deleitas, Katsu!

Anónimo dijo...

que bonitos!! man encantao los dos ^^

河曲勝人 - Kawano Katsuhito dijo...

Darja y Zanthia:

Yokatta naa! Arigatô! ^__^

Marina dijo...

¡¡han vuelto los cuentos, weee! ^^

Chuck Draug dijo...

Dos historias donde la muerte es algo secundario, una por una esperanza en la reencarnación y en encontrarse con su amado aun siendo otra persona, y la otra por salvar la vida de alguien muy querido, presentando también un amor de madre.

Realmente dos historias lejos de la mitología, pero que, sin embargo, son una lectura breve y muy agradable.

A la espera de más cuentos, pues. ^^

 

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